Era el intermedio del partido en el Parque de los Príncipes de París y el arbitro del encuentro, Daniele Orsato, ya había amonestado a Casemiro en el primer tiempo, de forma que el brasileño no jugará el duelo de vuelta en el Bernabéu. Restando esta sanción, que beneficiaba al París Saint-Germain cara al futuro, no hubo otras acciones polémicas antes del descanso. Por eso extrañó lo sucedido en esos quince minutos de tregua, en los que los directivos de ambos equipos, que realmente no se hablaban, salieron del palco para comer y beber algo poco antes de las diez de la noche. Los representantes del Real Madrid estaban por un lado y los del PSG por otro. No tienen que disimular nada. Las conversaciones están rotas desde que explotó el caso Mbappé y se agravaron con el litigio de la Superliga, guerra la que Nasser Al Khelaifi se ha aliado con Ceferin y ha sido elegido presidente de la Asociación de Clubes Europeos, la ECA, para luchar contra el Barcelona, la Juventus y el equipo madrileño en el proyecto de esa Superliga cerrada.
Con esta enemistad latente entre Al Khekaifi, Leonardo, director deportivo, y Florentino Pérez, los directivos del Real Madrid, se pusieron en guardia cuando Nasser Al Khelaifi y Leonardo desaparecieron juntos de escena. Algo se tramaba. Una conversación secreta quizá con el emir de Qatar, Tamim Bin Hamad Al Thani , el propietario del PSG y quien dijo ‘no’ a los 180 millones que ofrecía la casa blanca por Mbappé a finales de agosto. No era eso, no.
Los dos, al-Khelaifi, el verdadero consejero delegado del París Saint-Germain, y Leonardo, el responsable deportivo, simplemente desaparecieron. Directivos y profesionales del Real Madrid descubrieron el entuerto. Descendieron al primer piso del estadio, donde se encuentran las instalaciones de los contendientes y del cuarteto arbitral, y descubrieron que el dirigente árabe y Leonardo hablaban con Orsato. Faltaban varios minutos para el comienzo del segundo acto.
Hubo malos modos. Al Khelaifi lo niega todo. Estuvo abajo, pero asegura que no habló con el árbitro. Fue Leonardo quien lo hizo, de malas formas. Pero por orden suya, lógicamente. El presidente del PSG dejó que su corre ve y dile hiciera el trabajo sucio. Y le echó en cara a Orsato la tarjeta a Verrati.
La prepotencia del emir de Qatar, Tamim Bin Hamad Al Thani, y de Nasser Al Khelaifi, es ilimitada. Hacen lo que quieren. Al Khelaifi sabe que su amigo Ceferin y la UEFA no harán nada contra él, porque les ha conseguido un contrato televisivo de 15.000 millones por tres años. El presidente del club francés no tuvo vergüenza para bajar al vestuario del árbitro en el descanso del partido con el Real Madrid y presionarle. Se llevó a Leonardo para que abroncara al colegiado, que siempre hubo clases, delante de directivos del Real Madrid. Les da igual. Se creen los dueños de Europa, de la Champions y hasta de la UEFA.
El equipo español está indignado con Al Khelaifi, Leonardo y su comportamiento. Y ‘espera’ la reacción de la UEFA ante el suceso. Después de esas coacciones, Orsato mostró la tarjeta amarilla a Mendy en el segundo acto, de forma que el lateral francés tampoco estará en el partido del Bernabéu. «No justifico la derrota, porque hemos jugado muy mal, pero Orsato ha hecho un arbitraje de cámara», señalaba un directivo del Real Madrid. «Eliminó para el siguiente partido a lo dos que podía echar, qué casualidad». Denuncia deportiva similar a la que realizó Ancelotti: «Dos tarjetas regaladas», espetó ante su compatriota Orsato en el césped nada más acabar el partido. En ese momento, el entrenador no conocía el espectáculo vivido en el descanso en las entrañas del campo.
El quid de la cuestión es: ¿Entrará la UEFA a investigar estos comportamientos? Al Khelaifi, cercano a la potente televisión qatarí, acaba de conseguir para la UEFA ese contrato de 15.000 millones de euros por las transmisiones de la Champions League desde 2024 a 2027, un promedio de 5.000 millones por temporada. El qatarí es el hacedor. En estas condiciones, el Real Madrid no espera nada de la UEFA en contra del presidente del PSG.
Es el penúltimo capítulo de una guerra a muerte por el dominio futuro del fútbol mundial. El enfrentamiento es total. Florentino Pérez acudió ya el domingo a París y el lunes vio como la cena con Al Khelaifi se retrasaba al martes, ahora como comida. Son típicas estrategias de la idiosincrasia árabe. El dirigente español se lo esperaba. Sabe más el diablo por viejo que por diablo. Los árabes creen que así distorsionan, confunden, pero Florentino Pérez ha negociado demasiadas veces con personas de esa cultura para que le pillen fuera de fuego.
La comida fue para filmar una película de Berlanga. Florentino Pérez llegó el último. Allí no se hablaban, no tenían nada que decirse, distanciados con Mbappé y la Superliga, y se vivieron ochenta meros minutos, ni sobremesa ni nada, de comentarios vacíos con el mínimo de corrección protocolaria. El antagonismo no era solo con Al Khelaifi. Era también con Leonardo, que ha hecho de ejecutor de las órdenes del emir. Para lo que ha quedado el director deportivo. Ejerce de perro ladrador.